Por Brenda Trujillo
La mano del infierno,
Me llama una y otra vez,
El deseo del fuego,
Se convierte en mi amigo,
Me ofrece rapidez,
Y la enseñanza de ese camino.
¡Diantres!
¡Desórdenes mentales!
¡Placeres fugaces!
Me entrego a ellos
Humanos desdichados,
En busca de algo más,
Encuentran más fatigas,
Rodeados de repugnancias,
El mejor elixir,
Se centra en los goces,
En los inmediatos e intensos,
No hay más,
Predomina la voluptuosidad de vivir, de sentir…
La dicha del repunte orgásmico,
El carisma del arte
Y sus múltiples facetas,
La osadía de la aventura,
Estamos ante el abanico,
De lo oscuro; el peligro del amante,
La lujuria con prisas,
El poder de la cartera.
Todos las delicias,
Cabalgan ante mi,
Con muchos ánimos,
Y con pocos límites,
Me definen esos horizontes,
Tan persistentes y ondulados,
Entierren la daga en mi,
Y teman a mis postumas campanas.
Hedonismo puro,
Llévame contigo,
O deshazte de mi,
Transforma en mi,
Sin hipocresía o amago,
Nada de media tintas,
Nada de barreras,
Liberate de mi o sé mi arquero…